Hace un tiempo fui con dos amigos al cine. Fuimos a uno de esos complejos, que tienen producción en masa de salas de cine y que venden la comida por combos. Como eramos tres, agrandamos los pochoclos y las gaseosas. La película estuvo muy buena y salimos conformes, pero fue bastante larga y terminó durando como unas tres horas. Ahí nos dimos cuenta la mala decisión de haber agrandado las gaseosas. Al terminar la película nos dirigimos urgentemente a los baños del establecimiento. Con gran decepción, mi amiga y yo, nos topamos con una interminable fila de mujeres en la puerta del baño, mientras que mi amigo ingresó sin espera al suyo. Pasaron como 5 minutos y nuestra fila no avanzaba. Estábamos molestas, fastidiadas y sobretodo desesperadas. Era una prueba de carácter, de fuerza de voluntad, de resistencia: tu dignidad o tu vejiga.
Nuestro amigo sale del baño, ahora más relajado y con una sonrisa en el rostro. Al ver que nosotras seguimos estancadas, se acerca, nos mira y con tono burlón dice: "¡Y chicas...!¡La importancia de llamarse Ernesto!"
Nuestro amigo sale del baño, ahora más relajado y con una sonrisa en el rostro. Al ver que nosotras seguimos estancadas, se acerca, nos mira y con tono burlón dice: "¡Y chicas...!¡La importancia de llamarse Ernesto!"
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5 comments:
Siempre tiene razon.
Fabio Zerpa tiene razón - hay Ernestos entre la gente
La importancia de llamarse Ernesto, ché!
Je
je
Salut
jajajajaja buenisimo!
Jajaja. Este posteo te vino justito Ernesto!!
Tu amigo es un groso.
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